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28/10/2008 - 21:38 | Tiempo de lectura: 2:20 min.
Un bote en medio del tsunami
Felipe Llambíaspor Felipe Llambías - Montevideo

"Un crac es un colapso de los precios de los activos o, tal vez, la quiebra de una importante compañía o banco. Un pánico es 'un repentino miedo sin causa', del dios Pan, que puede tener lugar en los mercados de activos o acarrear una precipitación de activos poco líquidos a otros que lo son más. La crisis financiera puede implicar una o ambas cosas, en cualquier orden". Esta cita es extraída del libro "Manías, pánicos y cracs. Historia de las crisis financieras" (Charles P. Kindleberger, 1991).

En un pasaje del libro, Kindleberger afirma: "Al parecer, el mundo no ha aprendido de las experiencias pasadas, pero puede que lo haga en el futuro". No fue así; durante este año el mundo ha caído nuevamente en un torbellino financiero, originado en Estados Unidos (EE.UU.) y extendido al resto del mundo. Los errores pasados parecen volver a repetirse.

El autor narra cómo "la sobrenegociación (...) puede suponer pura especulación para lograr un aumento de precio, una sobrevaloración de los futuros beneficios o un apalancamiento excesivo", el mismo comportamiento que tuvo el mercado inmobiliario en EE.UU. en los últimos meses.

"Un número creciente de personas pretende enriquecerse sin una verdadera comprensión de los procesos en los que se hallan inmersas", agrega.

Según el autor, "la causa remota de la crisis es la especulación y la expansión del crédito; la causa próxima es algún incidente que sesga la confianza del sistema, hace pensar a la gente en los peligros de la bancarrota y les conduce a volver de los productos, acciones, propiedades inmobiliarias, letras de cambio, pagarés, divisas –sea lo que sea– al dinero en efectivo".

Para Kindleberger, una "opinión habitual" es que EE.UU es "'la patria clásica de los pánicos comerciales y financieros', probablemente a causa de las arriesgadas operaciones bancarias" con origen en "instituciones permisivas". Tal vez esto provenga de la cultura anglosajona, puesto que el carácter en Gran Bretaña "reside en llevarlo todo al extremo... la virtud, el vicio", según recoge el autor del libro Anglo-Dutch Commerce de Charles Wilson.

Las preguntas vuelven a repetirse, como si el Estado debe salvar a los bancos y empresas que están sumergidos en el problema. El libro denomina a este salvador como "prestamista de último recurso", quien "está preparado para frenar una huida de los activos financieros reales e ilíquidos hacia la iliquidez, haciendo que haya más efectivo disponible". Sin embargo, existe el "dilema básico de que si el mercado sabe que recibirá el apoyo de un prestamista de último recurso, se sentirá menos (¿muy poco? ¿en absoluto?) responsable del funcionamiento eficaz de los mercados monetarios y del capital durante el siguiente auge".

Otra duda que se presenta es cuánto tiempo durará la actual inestabilidad económica y financiera. No obstante, "cuando la depresión financiera va efectivamente seguida de un crac o un pánico, no hay ningún intervalo estándar. Puede ser cuestión de semanas o de años", asevera el autor.

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Uruguay

Kindleberger hace alusión a Uruguay en su obra al describir los efectos de la crisis de 1929 –comparada con la actual por diversos expertos– en el resto del mundo. "Cuando la Bolsa de Nueva York despegó en marzo de 1928 y, sobre todo, después de junio, la concesión de préstamos al extranjero sufrió un alto" cuenta en el libro.

"Ante una afluencia reducida de capital, (...) Argentina, Australia, Uruguay y Brasil encontraron que sus balanzas de pagos se tornaban en extremo adversas. Ante la incapacidad de consolidar su acumulación de deuda a corto plazo o de tomar más dinero a préstamo, estos países vieron cómo sus tipos de cambio comenzaban a depreciarse poco después del crac bursátil de octubre de 1929, cuando los precios de artículos tales como el trigo, el café, el caucho, el azúcar, la seda y el algodón bajaron en picado".
 
Manías, pánicos y cracs
 
 
 
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