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Tiempo Libre: MARRAKECH
 
05/12/2008 - 21:38 | Tiempo de lectura: 2:20 min.
Una rosa en el desierto
por Jorge Olhagaray

El recorrido del aeropuerto al hotel aleja rápidamente toda duda: estoy en el África del norte, la de los desiertos, la de los camellos, la que prestó el escenario a Lawrence de Arabia. Aún transitando la avenida que me ha de depositar en un céntrico hotel de la ciudad, el entorno es árido, abierto, de arquitecturas bajas y rosa viejo. Algunas palmeras, y sacrificados jardines aquí y allá, son el adorno natural que enmarca la bienvenida y oxigena el paisaje subsahariano. Es verano y estoy en Marrakech. Alojarme ha sido un trámite sencillo, los marroquíes son gente hospitalaria.

Aunque se está extinguiendo la luz del día, la impaciencia por empezar a vivir el viaje que se  forjará en mi imaginación en los días de planificación, cuando guías y mapas, fotos, llamadas y horas de internet abrieron el camino, esa impaciencia decía, me arrastro a la calle, mapa en ristre, con el minarete de la KOUTOUBIA como faro.

Unas cuadras largas, interminables; del día no queda nada, pero la Avenida Mohamed V, además de iluminada, alberga el febril movimiento peatonal de los que regresan del trabajo; algunos caracteres occidentales y un indescifrable cúmulo de garabatos que me recuerdan que debo volver la vista al mapa de tanto en cuanto. Siempre hacia la KOUTOUBIA. La KOUTOUBIA es la más famosa de las mezquitas de Marrakech; construida junto y sobre una antigua mezquita que debió ser demolida por no tener orientado con suficiente precisión la qibla, el muro que debe mirar hacia La Meca. La mezquita sólo permite el ingreso de musulmanes, aunque si es hombre, está vestido adecuadamente y tiene un locatario que lo acompañe podrá ver su interior (aunque no se le ocurra tomar fotos). De todos modos las mejores tomas serán de la fachada, especialmente de las diferentes caras del Minarete con sus decorados, frisos y temas florales.

Un vistazo a sus jardines, cruzo la avenida  y enfilo por una callejuela, llena de locales comerciales muy iluminados. Después de una curva me depara la gran sorpresa: ante mis ojos se abre una memorable visión: la plaza Djemaa el Fna. Esta enorme explanada rodeada por un enjambre de callejuelas que conforman un gran zoco (suuq o mercado callejero) está poblada de sorpresas. Algún encantador de serpientes espera de cuclillas frente a su canasto, mientras se ven desperdigados adivinadores y quirománticos. A poca distancia noto que se ha reunido un buen número de personas y al acercarme percibo los rostros impresionados, extasiados con el relato de un juglar que, como en el Medioevo, los deleita con alguna narración maravillosa. Los juglares se multiplican en la plaza, cautivando cada uno a su propio público que, de pie, y en semicírculo escucha atento al relator fantástico.

Hacia la otra mitad de la gran plaza espera una experiencia más terrenal: carritos de comidas ordenados en largas filas, uno junto al otro, con cocinillas y parrilleros humeantes, adornados con guirnaldas de lámparas que llenan de luz cual parque de diversiones, y que alimentan a todo comensal que se siente codo a codo, en los largos bancos dispuestos frente al mostrador. Ahí el cous-cous, el shish kebab y los choclos harán sólo parte del exótico menú que me espera.

La plaza Djemaa el Fnaa es el centro neurálgico de la ciudad, el núcleo de la medina (casco antiguo de la ciudad) y la referencia más importante de Marrakech. Desde ahí y durante el día,  uno puede internarse en la medina para recorrer las callejuelas de su zoco algunos edificios emblemáticos como el Palacio Real (no se puede ingresar ya que es la residencia del rey cuando visita la ciudad), el Palacio de la Bahía, la Medersa Ben Youssef. Entre los museos destaca el Museo de Marrakech, de temática local. Los pórticos (BAB) de entrada a la antigua ciudad merecen una foto, especialmente el Bab Er Rob. Los descubrimientos casuales cuando se camina por las callejuelas de la medina no son pocos, sean estos de algún artesano off-circuit, el zoco de curtiembres, o los riads (alojamientos establecidos en antiguos palacetes o viviendas de la medina, que conservan el estilo y la atmosfera almorávide de antaño). El afamado Hotel La Mamounia y sus jardines hacen parte del complejo urbano antiguo y por su magnificencia integra la lista de los hoteles más lujosos del mundo.

Fuera de las murallas de la medina, la ciudad nueva; en sus barrios de GUELIZ e HIVERNAGE pueden visitarse el Teatro Real, Los jardines de la Menara y sus olivos, el Palmeral, el Palais de Congres y hasta encontrar algún centro comercial moderno. Pero la magia de Marrakech tiene algunas extras cuando la estadía puede extenderse unos días.

Ouarzazate
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